En nuestro afán por no dejar de viajar aunque sea con la imaginación, volvemos a invitar a todo el mundo a hacer la maleta de ilusiones y planes y a aventurarse a recorrer un país quizás más desconocido e inexplorado pero de una riqueza absolutamente maravillosa, ahondando en una cultura más nórdica y alejada a ese viaje que ya invitamos a hacer por Italia, pero igualmente fascinante. Si no se tienen en la mente sus campos de amapolas perfectos para ser recorridos en bici igual que sus pequeños y encantadores pueblecitos es hora de hacerles un hueco y proyectarlos en un futuro próximo, igual que una justa parada y fonda en el restaurante de Jonnie Boer, De Librije, en la pequeña localidad de Zwolle al noreste de la conocidísima Àmsterdam.
Boer fue el tercer cocinero en participar en JoselitoLab sorprendiendo con sus platos absolutamente creativos y extremadamente gustosos donde los curados, embutidos y la carne fresca de los mejores cerdos que recorren las dehesas más espectaculares de España conjugaban a la perfección con la técnica y el arraigo holandés típico de De Librije. Como preámbulo para ir salivando en nuestro viaje por Holanda, un resumen mínimo de una cocina enraizada en el producto y la naturaleza, llena de respeto por los mismos, pero sin despreciar toques exóticos como ese curry dentro del plato de sandía picante con presa Joselito o el langostino cocido en kombucha - esa bebida fermentada de té y azúcar tan de moda - con lardo Joselito.
Probablemente cuando se llegue a Holanda se haga a través del aeropuerto de la bonita Amsterdam, con sus canales y su barrio rojo y todas esas fachadas del siglo XVI y XVII hasta llegar al Riijksmuseum o para contemplar los coloristas cuadros de Van Gogh. ¿Se imaginan un mercado únicamente de flores? Pues aquí es una realidad vestida de colores que terminará en muchos de los preciosos parques en los que parar la bicicleta y lanzarse sólo a contemplar un rato, pudiendo recordar algunas de las recetas típicas holandesas como los bitterballen, una suerte de croquetas de carne a las que podríamos acercarnos pensando en el brioche de chorizo Joselito y setas elaborado por Jonnie Boer en JoselitoLab.
Y de esos parques a un museo al aire libre como el que se vive en Zaanse Schans, un pueblo de molinos de viento y casas tradicionales de madera ideal para recorrerse paseando igual que Delf, famosa por su cerámica azul y también por su núcleo central recorrido por canales y protagonizado por un fastuoso Ayuntamiento renacentista. Allí se podrá degustar por ejemplo su sopa de guisantes, considerada casi como icono nacional, o ese boerenkool que se podría asimilar a un trintxat de la cerdanya con coles autóctonas, verdura muy típica holandesa.
Podríamos perdernos por las Islas Frisias, quizás una de las imágenes más impensables de Holanda, ubicadas en el Mar de las Wadden en un espacio Patrimonio de la Humanidad por sus extensas playas de arena blanca, casi paradisiacas. ¿Qué tal hacer allí una parada para mirar al horizonte y disfrutar de los deliciosos gofres holandeses? O quizás de la versión Joselito, crujientes y rellenos de una crema del mejor Jamón del mundo.
Los quesos holandeses son también icono del país, producido en pueblos como Edam, Volendam y Marken que se pueden recorrer en el mismo día para disfrutar de un pueblo pesquero, un viaje en ferry y esas casas coloridas de Edam donde los miércoles se recrea el antiguo mercado del queso, una tentación para todos los amantes de los lácteos pero también de los panes que tan bien elaboran en esta zona de Europa y que bien servirían para mojar en platos como las mollejas con Jamón Joselito y avellanas o el rape con Lomo Joselito, col y piñones de De Librije.