Una preparación japo-castiza, muy fácil, rápida y nutritiva que apenas requiere cocinado. Este tartar de salmón con jamón y huevos rotos parece simple a primera vista, pero está lleno de sabor, melosidad y de todo el umami que le aporta la grasa del mejor jamón del mundo.
La cultura nipona ya es toda una realidad en España. Lo cierto es que ha llegado para quedarse hasta tal punto que el día que se vaya, si es que algún día se va, habrá dejado una huella en todos los restaurantes y casas de nuestro país. ¿Quién hubiera pensado hace 30 años que íbamos a comer pescado crudo? ¡Y además con esta asiduidad! Los adeptos cada día crecen y hay quien ha hecho de esto su propia dieta, como es el caso de los crudívoros (quienes solo consumen alimentos sin cocinar). Sea como fuere, lo que está claro es que Japón y su gastronomía son un hit mundial que nos ha influenciado un poco a todos gracias a su delicadeza y su trato al producto; su limpieza y cuidado por los cuchillos; su amor a la tierra y al mar; y lo saludable que es su comida... en definitiva, su buen hacer.
La receta de hoy es muy fácil y rápida de hacer, y dentro de nuestro menú semanal Joselito os sorprenderá y triunfará.
Imaginad el tartar de salmón aliñado con tildes japonesas, una base de patatas paja, un huevo frito con su puntilla y el toque final y maestro de las lonchas de Jamón Joselito… puede ser una de las cosas más disfrutables, divertidas y sorprendentes que podemos hacer durante el verano para comer algo natural, refrescante y sano y para no tener que esclavizarnos en la cocina.
Sí, un tartar, pero en su versión más castiza. Consumir el salmón poco hecho o crudo, como es el caso, es una forma maravillosa de conservar todas las propiedades de su grasa, altas en omega 3, que irá a la perfección con unas finas láminas del mejor jamón del mundo cuya grasa -sabrosa, saludable y sedosa- potenciará todo el plato y lo elevará a otra dimensión.
El huevo frito, con la jugosidad y untuosidad de su yema, ligará todo el conjunto y, por último, las patatas fritas -a poder ser de la variedad Agria- le darán ese toque crujiente que a todos nos hace falta. Si se quiere, se puede poner un poco de aguacate cortado en cuadrados pequeños. Lo único importante a tener en cuenta es congelar el salmón un par de días para asegurarnos librarnos del molesto Anisakis.
En el caso de que no os guste el salmón crudo, se puede comer ahumado o si no, la mejor forma de hacerlo es en sus propios jugos, a baja temperatura, metido en una bolsa al vacío con un poco de aceite de oliva y cocinado a 60º durante 30 minutos. Como lo habitual es que no se disponga de esta técnica en casa, otra igual de resultona es meterlo en un papillote y asarlo en el horno durante unos 5 minutos para que se haga en su cofre. O simplemente, marcado ligeramente a la plancha con un poquito de aceite de oliva.
Elijáis la técnica que elijáis, el bocado será espectacular: todo el sabor del salmón, el frescor del aliño (a base de soja y sésamo), la untuosidad del huevo frito, el crujiente de las patatas y el umami que le aporta el jamón Joselito con ese aporte yodado y marcado que dará el toque de gracia a toda la preparación.