Cuántas veces hemos oído que a cada cerdo le llega su San Martín cuando aludimos a la inexorable condena del tiempo (en este caso la fecha de inicio de la matanza porcina, 11 de noviembre) o nos mostramos categóricos sobre el castigo o el veredicto sobre alguien despreciable que ha ido sorteando milagrosamente una penitencia merecida que finalmente se ejecuta. Hay más versiones: A todo gorrino, le llega su san Martino, Por san Martino, prueba tu vino y mata el cochino.... Otro santo y otra jornada señalada para la matanza es san Andrés, a celebrar el 30 de noviembre. Este santo introduce matices mercantiles.
En san Andrés, chico o grande ha de caer.
Por san Andrés, hay puercos gordos que vender.
Por san Andrés, mata tu res, mala o buena, o como es.
Por santo Martino, mata el pobre su cochino y por san Andrés, el rico los tres.
Por san Andrés, toma el puerco por los pies; si no lo puedes tomar, déjalo hasta Navidad.
En la mesa y en el habla, nuestro amado cerdo sigue muy presente. Ya saben amigos. No llenarás bien la panza, si no haces una buena matanza, oíamos de críos; Cuando se mata el gorrino o se muere la abuela, no se va a la escuela alude otros dicho sobre el jolgorio y la satisfacción que procuraban las carnes de cerdo durante tantas épocas de carestía en nuestro país. Atávica, en la intimidad de las casas a la luz de la leña, la matanza marcaba el calendario anual de muchas familias y constituía en parte fundamental de su despensa durante meses. Tanto, que trufó de refranes y dichos el lenguaje y el calendario. Porque el refranero y el habla popular está repleto de aforismos, frases sentenciosas y retruécanos con moraleja que se refieren a nuestro popular cochino y sus estupendos productos.
Tótem de nuestra alacena desde tiempos de los romanos, el cerdo ha dado pábulo y ha nutrido nuestro modo de comunicarnos, pergeñando de folclore y cultura el diccionario y el habla coloquial. La mayoría de las veces con tintes despectivos. Se dice que alguien suda, sangra o come como un cerdo si las acciones conllevan exceso y falta de decoro. Y si le tuerce a la puerca el rabo es que la situación no tiene remedio... Por no mentar a la envidia cochina o al cochino dinero. ¡¡¡Qué les habrá hecho el pobre cerdo a la los lingüistas para asociarse casi siempre a ruindad y baja estofa!!! Los expertos del diccionario no dejan más de levantar acta del habla de la calle, así que no les echemos culpa que ellos siempre recogen una realidad social.
De culpas y penitencias están los refranes llenos: Al hombre pecador, la puerca le pare perros. Sin comentarios. El peor marrano se come la mejor bellota, oímos cuando alguien indigno no merece tal premio; vida de cerdo, engordar para morir, o sea, la plácida y voraz vida del marrano contrapuesta a su fatum inevitable o lo que es lo mismo, gozar o luchar para ser derrotado en la orilla... En martes, ni tu hija cases, ni tu puerco mates tira de ese mal fario histórico de los martes asociados a hechos funestos –y achacados al sangriento dios Marte– como la Caída de Constantinopla o la Última Cena de Cristo, su traición y prendimiento.
Las viandas del cerdo también tienen sus propios dichos. Más infieles hizo cristianos el tocino y el jamón, que la Santa Inquisición, denota que los placeres gastronómicos porcinos son capaces de doblegar la fe más pétrea. Hay consejos que sientan mucho mejor que tratamientos antiage o dietas detox: Jamón y vino viejo estiran el pellejo. Jamón empezado, pronto acabado se formula sobre la celeridad con el que se le da cuenta esta exquisitez.
Ya saben camaradas: del cerdo hasta los andares, de este animal maravilloso y su carne de montanera nada puede desperdiciarse; y el día que los cerdos vuelen es que acontecerán cosas extraordinarias, nunca vistas. Y para terminar no olviden que Olla con jamón y gallina, canela fina, o el chorizo no es dañino si se cuece con buen vino. Para acabar, unos versos del Siglo de Oro, de don Francisco de Quevedo: “....Haga yo mi olla con sus pies de puerco / y el llorón judío haga sus pucheros / Denme las mañanas un gentil torrezno / que friendo llame los cristianos viejos./ Tripas de la olla han de ser revueltos / longanizas largas y chorizos negros”.
Y no le dé muchas vueltas a su buena fortuna si le cae algo provechoso inesperadamente: Al oro y al cebón nadie les pide la filiación.
...Y para todo lo demás, Jamón Joselito.
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