Aquí se puede decir que he venido a hablar de mi libro. No, simplemente quiero contaros mi experiencia y vosotros ya sacaréis vuestra propias conclusiones que sois mayorcitos. El caso es que desde el 1 de septiembre del 2018 (boda de mi prima Blanca), no bebo alcohol “duro”. Entiéndase por alcohol duro pues ginebra, ron, vodka, whisky…con sus mezclas correspondientes. Y diréis, ¿por qué?
El caso es que en ese verano del 2018 tuve muchas vacaciones, estuve todo el día de una playa en otra con mis amigos y engordé algunos kilos de más. El problema no era la comida (que también) sino la bebida unida al ocio. De normal (o entre semana) no bebo, pero claro, te vas una semana a Formentera y estás con el gin tonic todo el día. Te vas a ver a tus amigos de Barcelona, y estás con el “ja,ja,ja” y la copa desde el lunes…y así un sinfín de viajes de más de un mes con unos y otros. El problema de todo esto era el alcohol unido a la parte social.
En Madrid, de manera habitual no bebía (copas) más allá de los fines de semana que salía, pero claro en vacaciones todos los días son fiesta y eso pasa factura. Volví a la boda de mi prima y no me entraba el chaqué (era uno de los testigos) y tuve que alquilar uno. Siempre había estado entre los 78-80kg y me planté en 87kg sin ton ni son.
Ahí fue donde hice click y dije, “hasta aquí”. Recuerdo que en la boda fue la última vez que bebí copas y estuve el posterior mes sin tomar ni copas ni alcohol en general. Me deshinché un montón y desde entonces el alcohol “duro” no lo he vuelto a probar, ni lo echo de menos. Bebo vino blanco (como si fuese un gin tonic) y alguna cerveza, pero echo lo mismo de menos a las copas que a las monjas de mi colegio. Nada
El caso es que hoy lunes, 15 de noviembre se celebra el Día Mundial Sin Alcohol. Aquí no quiero ponerme talibán y vapulear el alcohol porque no creo que ese sea el problema, sino buscar alternativas a él. Desde que no tomo copas me siento mucho mejor y mi nivel social no ha disminuido. Creo que lo mejor está en el orden, la dosis y buscar alternativas. Aquí van algunas para cuando salgas por ahí.
Como diría mi madre (abstemia desde que nació), “bebe agua hijo, es lo más sano”. A mi el agua es la bebida que más me gusta en el mundo. Es lo único que me sacia, hidrata y refresca. Esa sensación de volver con calor de hacer deporte y ponerte a beber agua casi sin respirar…esa sensación es impagable.
Pero sí, estoy de acuerdo que hay bebidas muy apetecibles, una cervecita, un buen vino de mi tierra, estoy de acuerdo, pero hoy vamos a hablar sobre bebidas sin alcohol, alternativas a esas bebidas que tanto conocemos (y consumimos):
O lo amas o lo odias, y es que con el agua con gas no hay un término medio. Yo soy de los primeros, y sinceramente cada día me gusta más. Cuando salgo con mis amigos y sé que va a haber vinito, me pido mi agua con gas para saciar mi sed y no darle unos buenos tragos al vino porque sino puedo bajarme yo solo la botella. Esta es una buena alternativa a los que consideran el agua algo aburrido.
Esta afición por el zumo de tomate (porque la verdad soy muy forofo de esta bebida) viene por parte de mi padre. Cuando viajábamos en avión, mi padre siempre tomaba zumo de tomate y a mi me hacía beber lo mismo para evitar tomar Coca-Cola o bebidas azucaradas y, así, estar sentado muchas horas.
No sé, quizás porque lo asociaba de pequeño a un momento guay (irme de vacaciones) y algo familiar, pero se me ha quedado. Soy, ya digo, muy aficionado a esta bebida, pero siempre preparada. Con su poquito de Tabasco y su pimienta…sin esos ingredientes nos queda un gazpacho, que sí, muy bueno pero nada que ver. Y acompañado con un poco de jamón Joselito ¡Para qué decir más!
✅ Limonada
En verano puede ser una exquisitez. No sé cómo algo tan sencillo puede gustar tanto, y aquí, al contrario que el agua con gas, la limonada gusta a grandes y a pequeños.
Los ingredientes yo creo que varían mucho en función del consumidor, pero principalmente la base es agua, limón, lima, azúcar y mucho hielo. Que si ralladura de limón sí, que sí ralladura de limón no…métela que le da un toque de alegría.
Ahora me diréis, “pero Guillermo, con este frío y nos vamos a tomar una bebida con mucho hielo”. Yo no sé vosotros, pero dudo que a la Coca-Cola le deis un toque de microondas.
Para mi quizás las menos apetecibles porque no soy muy de burbujas en las bebidas. Como tiendo a beber grandes tragos, se me hincha la boca, la garganta y todo en ese momento y por eso no soy muy amigo. Aún así puede ser una buena alternativa. Cuando hablo de bebidas refrescantes no sólo me refiero a Coca-Cola o Fanta, sino a un Aquarius o un Bitter Kas, sobre todo este último se ha vuelto a poner muy de moda entre la chavalería.
El mundo de los tés es tan inmenso como el de las bebidas alcohólicas. Hace unas semanas estuve en El Portal, un 2 estrellas Michelin en Ezcaray, de Francis Paniego. El caso que las 2 primeras bebidas que nos puso, una era un té hecho a base de pino, jengibre y eneldo que estaba de muerte…así como contundente, no agua de calcetín.
Y otro té hecho con frutas del bosque, lo mismo, bastante denso y ambos fríos. Me pareció una alternativa muy interesante al alcohol cuando sales por ahí. También es verdad que tiene que darse la casualidad que en el bar donde vayas tengan un bosque para que te puedan hacer este té.
El caso es que ya sea verde (el más común), un chai, un Rooibos, un Oolong con un poquito de limón, cualquiera estará bien si lo saben hacer bien. Como el típico de menta de Marruecos que está de morirse.
Ya no hay excusa de salir de casa y tener que pedir una cerveza o un vino (o un gin tonic un martes que nos conocemos), sino que hay vida más allá del alcohol. Con esto no quiero decir que te quites tu cervecita, ni mucho menos, sino que investigues nuevas vías de bebidas cuando quedes, es verdad que asociamos alcohol a ocio, y que tomarte una limonada un sábado noche no mola, pero esto es cuestión de acostumbrarse y variar, así que, ¡a disfrutar!