La encina está considerada como Árbol Nacional de España, y el más representativo del bosque Ibérico Mediterráneo. Su nombre científico es "Quercus ilex".
Quercus: proviene del celta “Kerquez" que significa árbol hermoso. Por su parte, Ilex es la raíz latina de encina.
De corteza oscura y resquebrajada, la encina se diferencia por su tronco corto y su copa ancha y voluminosa.
Debido a su capacidad de adaptación a toda gama de suelos y condiciones climáticas, podemos encontrarla en el centro y sur oeste de España, Portugal y toda la zona europea del Mediterráneo (Sur de Francia, Italia, Croacia, Montenegro, Albania, Grecia) hasta Turquia, incluido las Islas Baleares, Sicilis, Corcega, y Cerdeña
Las curiosidades que guarda la encina son fundamentales para la alimentación del cerdo Joselito.
Aseguran los más veteranos de Joselito, custodios del campo y sus labores, que en días de tormenta su amplia copa y frondoso ramaje resulta la marquesina perfecta para guarecer a los animales.
Huesuda y esquelética con sus tres brazos retorcidos, precioso mástil para que navegue la dehesa, las encinas son el verdadero estandarte de nuestra botánica rural.
Sin ellas, no habría montanera, ni bellotas, ni cochinos felices, ni jamón del bueno ni un paisaje maravilloso.
Dicen que hasta el cocinero de la Familia Real británica –dios salve a su graciosa Majestad– preguntó por cuántos paisajistas y jardineros se afanaban en la dehesa de Coto del Rey, como si rasuraran hierba y ramaje profesionalmente al estilo artístico de Eduardo Manostijeras.
Ya sabemos que junto con sus hermanos del género Quercus (alcornoques y quejigos) la encina es el faro indispensable de la dehesa, el tótem que fija la actividad agropecuaria y que hay que preservar como una leyenda sagrada. Hay que rendirle culto porque sin lugar a género de dudas, es el árbol de España.
Para que Linneo no se nos enfade, vamos con la taxonomía básica.
Existen dos subespecies de encina: Quercus ilex subespecie ilex y Quercus ilex subespecie ballota (sinónimos de esta última son también Quercus rotundifolia y Quercus ballota).
La primera se caracteriza por unas hojas grandes y parecidas a las hojas del laurel, crece en ambientes húmedos (en España, en la cornisa cantábrica y Cataluña, fundamentalmente) y es conocida como “la encina de bellotas amargas”.
Quercus ilex subespecie ballota, también llamada “la encina de bellotas dulces”, presenta hojas ovales y con borde espinoso principalmente en la parte baja del árbol o en árboles jóvenes y es menos exigente en cuanto a las condiciones climáticas. Las dos subespecies de encina, junto con el alcornoque (Quercus suber) y la coscoja (Quercus coccifera), conforman el equipo forestal más emblemático de la península: los Quercus perennifolios Ibéricos.
En España, si quisiéramos sombrear el campo con la extensión de encinares casi abarcaríamos tres millones de hectáreas.
En algunos lugares del país a la encina se le llama carrasca o chaparro. Dicen que es árbol longevo y que aguanta en esplendor varias centurias (no al modo del ginkgo japonés que juran aguantan hasta los bombardeos de Hiroshima) y que su parsimonioso crecimiento redobla su maravilla: se desarrolla en unos 35-40 años.
Se puede ir por encima de los 25 metros de altura y su copa se va ensanchando con la edad. A su tupida sombra se arremolinan los cochinos, ya que la humedad que genera la falta de luz solar provoca que en derredor del tronco crezca la mejor grama.
En ella cae la bellota, la piedra angular de la dehesa, el dorado, la ambrosía que magnifica el sabor de las carnes curadas del cerdo ibérico. Brotan verdes y se tornan de color marrón oscuro cuando maduran. Destaca su brillo uniforme y presenta un “sombrerillo” característico formado por unas apretadas y densas brácteas (de inconfundible estructura cónica que recubren aproximadamente un tercio de su tamaño).
Una encina puede brindar unos 20 kilos de bellotas por temporada perfectos para ser consumidos por los cerdos en la montanera. Hay ya chefs, sobre todo en Portugal, que tratan de buscarle vocación gastronómica con resultados desiguales. De momento, lo que goza de mayor predicamento es un licor de sobremesa…
Las hojas de las encinas presentan gran dureza para evitar la excesiva transpiración de la planta, lo que le permite pervivir en lugares muy secos, de climas estrictos con pronunciado contraste estacional entre día y noche, y con gran exposición al astro rey.
La corteza del tronco de la encina es lisa y de color verde grisáceo en los tallos, pero se va oscureciendo según crecen y, con el paso del tiempo, a los 15 o 20 años de edad, la corteza se agrieta en todas direcciones, quedando un tronco muy oscuro, prácticamente negro al que los cochinos se arriman a frotar sus pieles.
Su epidermis, realmente dura y que no se pudre, resulta muy difícil de trabajar (no como su hermano el alcornoque del que se extrae el corcho), aunque sí tiene destino final. Se usa para elaborar piezas que tengan que soportar gran rozamiento, como carros, arados o incluso solados y parquets, así como en pequeñas obras hidráulicas y en la construcción en la conformación de pilares o vigas.
La corteza, por su parte, cuenta con gran cantidad de taninos, por lo que es muy apreciada en las tenerías de curtir el cuero. Recientemente, algunos audaces bodegueros –siempre inquietos a sabores y larguras en boca por aquello de los taninos– y la industria de la tonelería estudian las posibilidades organolépticas que confiere el añejamiento del vino en barricas de encina.
Conviene señalar que Joselito es la única empresa agroalimentaria en el mundo en obtener el certificado PEFC cuyo objetivo es asegurar el desarrollo sostenible de sus dehesas. De este modo, se contribuye a recuperar el ecosistema del bosque mediterráneo con un compromiso de reforestación por el que ya ha plantado más de 165.000 árboles (encinas y alcornoques) en sus dehesas desde 2003, con el objeto de garantizar la longevidad de la dehesa, el hábitat natural de nuestro cerdo ibérico.
Varias amenazas se ciernen sobre la encina. Un balanino denominado cerambyx cerdo (barrenillo coleóptero que perfora la bellota) horada un diminuto túnel por donde se colará la temida fitóftora cinnamomi. Este hongo oomiceto es el patógeno más importante causante de podredumbre radical, la pavorosa seca, en especies leñosas en el campo español. Joselito ya le está poniendo remedio como hemos certificado en anteriores posts como “Esperanza en la dehesa: Joselito detiene el avance de la seca”
Para cerrar, dejamos unos versos que cumplen justo 100 años. Lleva por título Encina, y los escribió un tal Federico García Lorca.
Bajo tu casta sombra, encina vieja,
quiero sondar la fuente de mi vida
y sacar de los fangos de mi sombra
las esmeraldas líricas.
Echo mis redes sobre el agua turbia
y las saco vacías.
¡Más abajo del cieno tenebroso
están mis pedrerías!
¡Hunde en mi pecho tus ramajes santos!
¡oh solitaria encina,
y deja en mi sub-alma
tus secretos y tu pasión tranquila!
tus secretos y tu pasión tranquila!