
En diciembre de 2024, Joselito vivió un momento muy especial: celebró en el Museo del Prado la primera cata vertical de jamones con más de ocho años de curación. La protagonista fue una pieza única, el Joselito Vintage 2006, con casi 19 años de maduración natural. Una joya de la colección Vintage que encarna todo lo que define a la marca: tiempo, tradición, excelencia y respeto por la naturaleza.
Este encuentro no fue casual. El Prado, con siglos de historia colgados en sus paredes, también es el hogar de muchos símbolos de nuestra cultura cotidiana. Y entre ellos, el cerdo y el jamón aparecen más veces de lo que uno pueda imaginar. En el Día Internacional de los Museos, es un buen momento para mirar esos detalles que a veces pasan desapercibidos.
En los bodegones del siglo XVIII, por ejemplo, el jamón es protagonista. En “Bodegón con jamón, huevos y recipientes”, pintado por Luis Egidio Meléndez entre 1770 y 1776, se aprecia con todo detalle: un jamón colgado, huevos frescos, y una composición que refleja lo que había en las despensas de entonces. Realismo y belleza absoluta.
Pero el cerdo no solo aparece como comida. En “Tres cerdos”, obra de Karel Dujardin (hacia 1750-1758), se muestra la vida tranquila de estos animales en el campo. Una escena sencilla, rural, que habla de una época donde lo natural marcaba el ritmo. Algo que Joselito conoce bien, sus cerdos de bellota viven al aire libre, entre encinas, durante dos montaneras, como los del Vintage 2006.
También hay apariciones religiosas. En “San Antonio Abad”, pintado en el siglo XVI por un seguidor de Luca Cambiaso, el santo aparece con su inseparable cerdo a los pies. Es una imagen común en el arte cristiano, donde el cerdo simboliza la humildad, el sustento, y el vínculo del ser humano con los animales.
Y, por supuesto, en grandes escenas bíblicas también hay sitio para ellos. En “Entrada de los animales en el arca de Noé” de Jacopo Bassano (c. 1570), los cerdos forman parte del desfile que busca refugio.
La historia del arte ha sabido mirar al cerdo no solo como alimento, sino como parte de la vida, del paisaje y de las emociones. En ese sentido, presentar el Joselito Vintage 2006 en el Prado fue un guiño a todo aquello que representa: paciencia, origen, belleza y cultura.
Y así, entre pinceles y bellotas, jamones y óleos, el Museo del Prado y Joselito se encuentran para contar una historia que va mucho más allá de lo visual o lo gastronómico. Una historia que, como todo lo que vale la pena, se saborea mejor con tiempo.