Cuidar un producto empieza por saber tratarlo. Los embutidos Joselito, elaborados sin aditivos y sin conservantes, son productos vivos: respiran, evolucionan y merecen el mismo respeto que un buen vino o un queso curado. Servirlos bien y conservarlos correctamente no es un gesto técnico, sino una manera de mantener su sabor y su textura intactos, justo como salen de la bodega.

La primera regla es la temperatura. El frío excesivo adormece los aromas y endurece la grasa. Por eso, antes de servirlos, hay que sacar el embutido del frigorífico al menos una hora antes. El chorizo, el salchichón o el lomo deben alcanzar unos 20 °C, la temperatura a la que liberan todo su aroma y la grasa adquiere esa textura suave y brillante que los caracteriza. Servirlos fríos sería como beber un vino tinto helado: perderíamos la mitad de la experiencia.
El corte también importa. En piezas enteras, lo ideal es cortar justo antes de servir, en lonchas finas pero no transparentes, para que se mantenga la jugosidad. Si ya está loncheado, conviene abrir el envase unos minutos antes y separar suavemente las lonchas para que respiren. No hace falta más: el aire y la temperatura harán el resto.

En cuanto a la conservación, los embutidos Joselito deben mantenerse en un lugar fresco y seco, protegido de la luz directa. Las piezas empezadas se cubren por el corte con film transparente, y se guardan siempre a la misma temperatura. Un consejo que pocos siguen: el embutido, como el jamón, agradece reposar. Si se compra al vacío, es recomendable dejarlo unos días fuera del envase antes de consumirlo por completo. El oxígeno reactiva los aromas naturales y devuelve al producto su textura original.
Y a la hora de servir, no hay reglas fijas. Un buen chorizo o salchichón luce sencillamente sobre una tabla de madera, acompañado de un estupendo pan de masa madre. El lomo, cortado como uno desee (fino o un poco más gordo, con una mordida consistente y jugosa), combina bien con frutas dulces, con vino blanco o incluso con champán. Lo esencial es servirlo en el momento justo, con la temperatura adecuada y la compañía apropiada. Cuidar un embutido es, al fin y al cabo, cuidar una tradición. En cada pieza hay años de historia, paciencia y trabajo. Servirlo bien, por tanto, es una forma de respeto.
